sábado, 30 de junio de 2018

PAÑALES


PAÑALES
Todo nuevo comienzo trae nuevas ilusiones, La llegada de un bebé a una familia puede llenarla de sumo gozo. Todos están expectantes ante la llegada de un nuevo miembro y están atentos a participar de las celebraciones que giran en torno a ello. Quieren visitar a los nuevos padres en el hospital, piden les envíen fotos, de cada pequeño progreso en la criatura. Los padres definitivamente se sienten rodeados de mucho amor y apoyo, hasta que llega el momento, ese desagradable momento en el que tienes que cambiar los pañales sucios (si esta fuese una película, inmediatamente escucharíamos la música de Psicosis en los altavoces).

            Definitivamente, entre los momentos desagradables de la paternidad inicial, éste es el tope de la lista. Muchos papás que conozco huyen cuando llega este instante. Irónicamente cambiar pañales sucios, aunque te desagrada, te acerca más a un bebé. Después de desarrollar la desagradable tarea, puedes realmente sentirte conectado y que tu amor por ese pequeño crece, tal vez por el gran sacrificio que implica la necesaria labor; y esto no solo en el caso de los padres, sino también las amistades involucradas que también prestan tal servicio a la familia, incluso las niñeras siempre terminan siendo estimadas por años y años luego de cuidar a los pequeños.

            Pañales sucios, limpiar heridas, desagradables tareas por los más amados, trasnochos y sacrificios físicos, tocar a alguien con una enfermedad en la piel, saludar a un indigente, ofrendar a un necesitado, aun sacrificando los recursos de que dispones para tu comodidad, estas, definitivamente, son las actividades que nos unen a las almas que no conocen a Dios, a los abandonados, amargados, heridos…

“Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó.  Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido.  Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies?  Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después.  Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo…”                         Juan 13: 3-8                        
               
            Pañales sucios, y lavamiento de pies…

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            Teóricamente hablando, conocemos que cuando Jesucristo hizo esta labor se humilló al nivel del menor de los sirvientes, y lavó los pies de sus discípulos, pero todo esto implicaba más… El Rey de Reyes descendiendo a la estatura del más bajo de los siervos… Inclinándose para lavar unos pies curtidos, llenos de asperezas y suciedad después de largos caminos recorridos en sandalias, El Rey de Reyes haciendo la más vil de las labores… sufriendo la muerte de cruz por una humanidad perdida, maldiciente y blasfema… El Rey de Reyes sufriendo la más vil de las muertes.

            Y mientras más lo analizamos, más nos sorprendemos. Este servicio no fue ofrecido al alma inocente de un recién nacido, sino, a los hijos del trueno, Juan y Jacobo, al atolondrado Pedro, abusivo Mateo, al incrédulo Tomas, al traidor Judas, a esta escritora pecadora y a ti…

            Y ahora seguimos deslumbrados al notar que en estas últimas 24 horas previas a su crucifixión no dejó de declararnos su amor, continuo una y otra vez soportando estoicamente los maltratos y humillaciones de aquellos a quienes buscaba Salvar. ¿No vinculará esto nuestras almas al Maestro para siempre?

            A pesar de sentir vergüenza, así como Pedro, de que el Maestro toque mis pies y note el desgaste físico, que limpie mi alma y detalle la iniquidad, nada quedará oculto ante Él, pero mi alma estará ligada a Él para siempre, Así como los diez discípulos que murieron por amor a Él, como el discípulo amado que continuó sirviéndole aun en su exilio… Así también nosotros.

¿Y qué haremos después de esto? 

Solo puedo pensar en el Rey David…

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“…Por tanto, danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos…”               2 Samuel 6:21-22

Adorémosle con nuestra vida…

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